martes, 30 de octubre de 2012

Recuerdos.

¿Recuerdas esas tardes de otoño en la parte trasera de tu coche? Mirando a través de las ventanas el mecer de las nubes al compás del viento, mientras tú me contabas un sin sentido de batallas y yo, hacía como que las entendía, te sonreía y furtivamente buscaba tu mirada, tan dulce y a la vez tan llena de secretos, junto a esa sonrisa de pequeño revoltoso que no escondía más que a un ser repleto de segundas y terceras intenciones, a sabiendas de todo, nunca me importó.
¿Recuerdas esas noches bajo el manto de las estrellas? Buscando batallas ya luchadas y olvidándonos de la dignidad, embelesada por el vaho del cristal, mientras, tú tontamente me decías "deja de respirar" y como artillería pesada dejabas ver de nuevo tu sonrisa repletas de mil y una intenciones…
Y así, yo recuerdo tantas cosas que durante una milésima de segundo me hacías creer que lo nuestro era real.

Es evidente.



Es evidente que esta eternidad no duró más que un segundo, 
que entre suspiros se perdió toda una vida y que toda una vida tardará en odiarlo.
Es evidente que entre sonrisas crece la hipocresía y que se marchita tras fruncir el seño,
la evidencia es la cordura del secreto, por ello, todo lo callado ya no tiene remedio.
¡El que no esté de acuerdo que arda, que arda entre maldiciones y lamentos! ¿No?
Es evidente que la lacra se acumula como la mierda, en las esquinas,
por eso entre puta y puta aparecen los juglares haciendo revista.
¡Y el que no esté de acuerdo que arda, que arda entre maldiciones y lamentos! ¿No?