jueves, 4 de abril de 2013

Miedo.



Tras la oscura noche se intuía una ruin figura que no podía más que recordarme a aquellos fantasmas con los cuales mi madre solía atormentarme de pequeña para así evitar en mi cualquier posible acto de rebeldía.

Su paso era lento, cada corta y escueta zancada  arrastraba la historia de una vida llena de desdichas y malos augurios, recuerdo el friccionar de sus pies con el suelo y aún hoy no puedo evitar sentir repulsión por aquel turbio soniquete, cargado de burda melancolía.
Poco a poco aquella figura se acercaba hacia mí, recuerdo aquella mirada perdida, blanquecina y pálida, tan llena de nada, tan vacía de vida…

… Fue entonces cuando una nauseabunda sensación inundó mi estómago y una arcada que subía hasta llegar a mi garganta me obligó a expulsar la putrefacta bilis que rápidamente aparecía tras mi  boca.

Tras volver en mi observé a aquel ser que se dirigía hacia mi persona más lento y torpe, mis piernas temblaron sacudiendo levemente mis rodillas cuando un indescriptible alarido salió tras la boca de aquel ser, lo que volvió a despertar en mi otro reflejo nauseabundo que esta vez pude reprimir.

Su respiración se hizo más acelerada y la mía extasiada se unió a su compás, estaba tan cerca, casi podía tocarlo…

… Volví un paso atrás, dos, tres…

Fue entonces cuando inesperadamente aquello cayó al suelo desplomándose firme y frágilmente a la vez, fue casi inapreciable.

Me acerqué asombrada hacia él y antes de su última expiración miré sus ojos cargados de una dulce ansia por ser perdonado, mi corazón enmudeció, mis piernas dejaron de reaccionar dejando caer mi cuerpo de rodillas frente a él y yo…

… Yo simplemente lloré.