Tras la oscura noche se intuía una ruin figura que no podía más
que recordarme a aquellos fantasmas con los cuales mi madre solía atormentarme
de pequeña para así evitar en mi cualquier posible acto de rebeldía.
Su paso era lento, cada corta y escueta zancada arrastraba la historia de una vida llena de
desdichas y malos augurios, recuerdo el friccionar de sus pies con el suelo y
aún hoy no puedo evitar sentir repulsión por aquel turbio soniquete, cargado de
burda melancolía.
Poco a poco aquella figura se acercaba hacia mí, recuerdo
aquella mirada perdida, blanquecina y pálida, tan llena de nada, tan vacía de
vida…
… Fue entonces cuando una nauseabunda sensación inundó mi
estómago y una arcada que subía hasta llegar a mi garganta me obligó a expulsar
la putrefacta bilis que rápidamente aparecía tras mi boca.
Tras volver en mi observé a aquel ser que se dirigía hacia
mi persona más lento y torpe, mis piernas temblaron sacudiendo levemente mis
rodillas cuando un indescriptible alarido salió tras la boca de aquel ser, lo
que volvió a despertar en mi otro reflejo nauseabundo que esta vez pude
reprimir.
Su respiración se hizo más acelerada y la mía extasiada se
unió a su compás, estaba tan cerca, casi podía tocarlo…
… Volví un paso atrás, dos, tres…
Fue entonces cuando inesperadamente aquello cayó al suelo
desplomándose firme y frágilmente a la vez, fue casi inapreciable.
Me acerqué asombrada hacia él y antes de su última
expiración miré sus ojos cargados de una dulce ansia por ser perdonado, mi
corazón enmudeció, mis piernas dejaron de reaccionar dejando caer mi cuerpo de
rodillas frente a él y yo…
… Yo simplemente lloré.
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